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Malformación de Arnold Chiari tipo I

La malformación de Chiari es una afección en la cual el tejido cerebral se extiende hacia el canal espinal. Ocurre cuando parte del cráneo es anormalmente pequeño o deforme, presionando el cerebro y forzándolo hacia abajo.

La malformación de Chiari tipo I ocurre cuando el espacio que ocupa el cerebelo es más reducido de lo normal o tiene una forma extraña. Esto hace que parte del cerebelo se comprima hacia abajo al pasar por el foramen magnum. Si esta compresión ejerce presión sobre el cerebelo y la médula espinal, puede llevar a la aparición de síntomas.

La malformación de Chiari es poco común, pero el aumento en el uso de pruebas de diagnóstico por imágenes ha llevado a diagnósticos más frecuentes.




¿Cuáles son los signos y los síntomas de la malformación de Chiari tipo I?

Muchos niños afectados por la malformación de Chiari tipo I nunca llegan a tener síntomas. En el caso de que esta malformación cause síntomas, estos no suelen aparecer hasta la infancia tardía o la adolescencia.

Entre los signos y los síntomas, se incluyen los siguientes:

  • dolores de cabeza (sobre todo después de toser, estornudar o hacer esfuerzos)

  • problemas de equilibrio

  • dolor de cuello

  • mareos

  • problemas en la visión

  • coordinación de manos deficiente

  • adormecimiento y hormigueo en las manos y los pies

  • cambio en los hábitos de orinar (hacer pis) o defecar (hacer popo)

  • dificultades para tragar

  • ronquera

A veces, los niños con una malformación de Chiari tipo I también tienen:

  • siringomielia: acumulación de líquido cefalorraquídeo dentro de la médula espinal

  • hidrocefalia: acumulación de líquido cefalorraquídeo en espacios que hay en las profundidades del encéfalo

  • apnea del sueño: breves períodos que ocurren durante el sueño en que el niño deja de respirar

  • escoliosis: curvatura excesiva de la columna vertebral

Causas de la malformación de Chiari tipo I

Hay cuatro tipos distintos de malformación de Chiari (I, II, III y IV). El tipo I es el más frecuente.

Lo médicos no conocen exactamente cuál es la causa de la malformación de Chiari tipo I. Un bebé puede nacer con esta malformación o bien desarrollarla durante los primeros años de vida. Con menor frecuencia, esta malformación puede ocurrir más adelante a raíz de un traumatismo, una infección u otros problemas médicos.

La malformación de Chiari tipo I se puede dar por familias. Por lo tanto, puede ser de base genética.


¿Cómo se diagnostica la malformación de Chiari tipo I?

La malformación de Chiari tipo I no suele causar síntomas. Por eso, muchos casos no se detectan hasta que se practica una técnica de diagnóstico por la imagen del cerebro o de la médula espinal por otro motivo.


¿Cómo se trata la malformación de Chiari tipo I?

En los niños que no presentan síntomas, los médicos suelen recomendar hacer un seguimiento a través de resonancias magnéticas o RM para ir revisando cualquier posible cambio que pueda ocurrir. La cirugía no suele ser necesaria.

Cuando el niño presenta síntomas graves, los médicos suelen recomendar un procedimiento quirúrgico llamado descompresión de la fosa posterior. Este procedimiento amplía el espacio que puede ocupar el cerebelo y reduce la presión ejercida sobre la médula espinal.

Los niños con problemas asociados (como siringomielia, hidrocefalia, apnea del sueño o escoliosis) pueden requerir tratamiento médico de estas afecciones.

Algunos médicos recomiendan que los niños con una malformación de Chiari tipo I eviten ciertas actividades, como la gimnasia, la lucha libre y los deportes de contacto.


¿Qué pueden hacer los padres?

Muchos niños con una malformación de Chiari tipo I nunca llegan a presentar síntomas ni necesitan ningún tipo de tratamiento. Pero llame al médico de su hijo cuanto antes si su hijo presenta cualquier síntoma, como dolor de cabeza, problemas de equilibrio o de coordinación, cambios en los hábitos de evacuación o cambios en la voz.

Para ayudar a su hijo a mantenerse sano, siga las instrucciones de su médico en lo que respecta a:

  • programar visitas de seguimiento y asistir a ellas con su hijo

  • hacerle a su hijo todas las pruebas que le recomiende el médico, como radiografías o resonancias magnéticas (RM)

  • hacer que su hijo evite las actividades que se indican

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