Desde tiempos inmemoriales se han atribuido poderosas influencias a la luna. Las fases lunares afectan las mareas, alteran la luminosidad de la noche influyendo los ciclos reproductivos de peces y otros animales marinos. La fascinación que nos causa la luna también ha influido en nuestras ideas sobre la epilepsia. De esta influencia negativa que la luna puede tener sobre nosotros surgió la palabra «lunático», definido como “el que padece locura, no continua, sino por intervalos» (RAE 2001). Esta afectación episódica, ocasional, es lo que ha hecho que, sobre todo en culturas anglosajonas se haya asociado este término con la epilepsia. La primera aparición de la palabra latina original «lunaticus», que significa «de la luna», se encuentra en la Vulgata, la biblia latina del Siglo V, en un pasaje que probablemente se refiera al caso de un niño que sufría crisis durante la luna llena. De hecho, gran variedad de culturas antiguas, desde los indígenas Guaraní de Bolivia a las tribus Bantú del este de África, vinculan las fases lunares con la epilepsia. Las primeras constataciones de estas asociaciones datan de la época babilónica y continúan hasta nuestros días y están especialmente arraigadas en los trabajadores sanitarios del mundo occidental. Estudios recientes han encontrado que el número de admisiones en Urgencias relacionadas con crisis aumenta considerablemente en los días de luna llena y que la incidencia de muerte súbita en epilepsia (SUDEP) en niños es más alta alrededor de luna llena, seguida de luna creciente y luna nueva.
¿Cómo puede alterar la luna nuestro cerebro? Es improbable que la influencia de la luna en nuestro organismo pueda deberse a su fuerza gravitatoria, dado que su fuerza sobre el cuerpo humano es equivalente a la que haría un mosquito al posarse sobre nosotros. Una explicación alternativa que podría ser más plausible es el efecto de las fases lunares en la luminosidad nocturna. En un estudio reciente de ritmos circadianos en voluntarios sanos se constató que la calidad del sueño se reducía en los días próximos a la luna llena: disminuyeron los niveles de melatonina, muy importante en la regulación del ciclo del sueño, y las personas del estudio necesitaban más tiempo para quedarse dormidos. Se redujo el tiempo total de sueño y la calidad del mismo, con ciclos de sueño más superficiales y, por tanto, menos reparadores. Es posible por tanto, que esta alteración de las crisis epilépticas sea consecuencia de la contribución de las fases de la luna a la luz nocturna, más que las fases de la luna en sí mismas.
En un trastorno episódico y recurrente como la epilepsia, en la que existe esta facilidad para tener estas crisis sin un precipitante determinado, a veces son estos pequeños, imperceptibles detalles los que pueden llegar a desequilibrar el sistema, añadiendo la última gota que colma el vaso y que termina por desencadenar una crisis.
Para saber más:
1.- Riva MA et al. The disease of the moon: the linguistic and pathological evolution of the English term “lunatic”.J Hist Neurosci 2011;20:65–73.
2- Polychronopoulos P et al. Lunar phases and seizure occurrence: just an ancient legend? Neurology 2006;66:1442–3.
3.- Terra-Bustamante VC et al. Does the lunar phase have an effect on sudden unexpected death in epilepsy? Epilepsy Behav 2009;14:404–6.
4.- Baxendale S & Fisher J. Moonstruck? The effect of the lunar cycle on seizures. Epilepsy Behav 2008;13:549–50.
5.- Cajochen C et al. Evidence that the lunar cycle influences human sleep. Curr Biol 2013;23(15):1485–8.
tomado el 7 de febrero de 2023 de epilepsiamadrid.com
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